Resumen:
Vivimos rodeados de discursos sobre salud, rutinas de gimnasio, retos deportivos en redes y relojes inteligentes que miden cada paso. Nunca se habló tanto de fitness, pero paradójicamente, nunca fuimos tan sedentarios. La cultura del cuerpo activo se ha convertido más en una estética que en un hábito: nos motiva la imagen del bienestar, no necesariamente el bienestar real. En este contexto, la educación física y la promoción del movimiento adquieren un papel crucial. No basta con fomentar la práctica deportiva como un producto de consumo o una moda pasajera; es necesario reeducar a la sociedad —especialmente a los jóvenes— para entender el valor del movimiento cotidiano, el juego y la actividad física como pilares de salud integral. El desafío no está en crear más gimnasios o vender más apps, sino en reconstruir la relación entre el cuerpo, la mente y el entorno: pasar del “postureo fitness” al movimiento con sentido.
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